Sobre su documental Contra las Cuerdas y su primer viaje a Nueva York

*Entrevista realizada con Amílcar Ortiz Cárdenas por Lily Hartmann en enero de 2017

Contra las Cuerdas cuenta la historia de un debate racial iniciado en Cuba en 1959 con el triunfo de la Revolución; este debate pronto desapareció de la esfera pública nacional en 1962. A través de entrevistas con activistas e investigadores, el documental pregunta cómo la campaña contra el racismo silenció la discusión del tema en la sociedad cubana y afectó la forma en que la tema racial se manifiesta en la Cuba de hoy.

¿De dónde viene la idea de su primer documental sobre el tema racial en Cuba?

Ese corto documental, se llama Contra las Cuerdas, fue parte de mi tesis de estudio de la Facultad de Radio, Cine, y Televisión del Instituto Superior de Arte (ISA). Mi idea siempre fue de hacer un trabajo más grande sobre ese tema, pero mi tesis me estaba dando la posibilidad de explorar el terreno, de examinar cómo sería recibido el tópico racial dentro de la facultad de Medios de ISA así como dentro del ámbito documental pues el tema racial, él que trata sobre la discriminación racial en específico, ha estado muy escasamente tratado en la documentalística nacional.

Cuando yo te hablo aquí del tema racial, me refiero específicamente al trabajo que trata de la discriminación racial, pues el tema racial ha sido abordado de otra manera. Reconocidos y talentosos cineastas y documentalistas como Sara Gómez, Nicolás Guillén Landrián, y Sergio Giral reflejaron siempre en su trabajo los valores culturales y conflictos de la población afrocubana, pero, no así con el tema de la discriminación racial en especifico, el cual ha estado muy escasamente tratado en el documental producido en la isla.  Entonces, mi idea de hacer eso primero comenzó siendo  un sueño, incluso, antes de entrar a la Facultad de Cine y Televisión donde estudié. Sucede que es un tema que tengo cerca y sentía que se hablaba muy poco y tímidamente sobre la discriminación dentro de la cuestión racial.

¿Cómo fue la experiencia de producir su primer documental? ¿Qué tipo de retos se presentaron en el proceso?

Yo estudié edición audiovisual y para la tesis presenté un proyecto de corto documental el cual me permitieron dirigir. Aunque no hice al final lo que realmente deseaba, hice una versión en la cual podría explorar mi idea. Realicé la producción fílmica del proyecto con otro compañero de carrera, estudiante de fotografía el cual se sumó a mi idea de tesis. Lo hicimos con nuestros recursos propios, con nuestras propias cámaras, equipo de sonido, y colegas que nos brindaron su colaboración. No hubo ningún budget ni soporte material de ningún tipo. La facultad solo nos resolvió las cartas para acceder a las solicitudes de autorización para filmar en determinados espacios.

Fue muy complicado realizar el documental como me lo había planteado, principalmente porque la discriminación racial aún continúa siendo un tema particularmente complejo de tratar en Cuba. Cuando los entrevistados no saben quién tú eres, asumen una actitud de protección, van con mucho cuidado, con temor. Por ejemplo, me fue imposible lograr entrevistar a las mujeres que previamente había seleccionado, las cuales considero protagonistas imprescindible al tratar un tema como el de la discriminación racial. Yo considero que las mujeres en el tema racial, no sólo en Cuba pero en el mundo entero, llevan la vanguardia en cuanto a encabezar el movimiento y materializar proyectos emancipadores. Razón más que suficiente para que encabezaran mi lista de entrevistas. Me di cuenta que había un temor, algo así como “yo no sé quién es él o que va a hacer con la información de esta entrevista.” Pero luego, de explicar lo que estaría haciendo, me abrieron las puertas y ahora en mis proyectos en desarrollo, estoy trabajando con estas mujeres.

Finalmente, al no poder tener para las entrevistas a las mujeres previamente seleccionadas y poseer únicamente unas cinco semanas para presentar el trabajo de tesis, me vi obligado a reestructurar mi idea inicial. Entonces presentaría un trabajo donde solo aparecerían personajes masculinos, como el activista Tato Quiñones, el investigador Esteban Morales, el escritor Reynaldo González, Tomás Fernández Robaina, investigador y profesor de la Biblioteca Nacional José Martí y de la Universidad de La Habana, el investigador de Harvard Alejandro de la Fuente, el actor y activista Danny Glover, y el profesor de patrimonio Julio Morasén Naranjo.

¿En Contra las Cuerdas, cómo se trata el tema de la discriminación racial en Cuba?

La historia de este trabajo tiene como punto de partida un debate racial que inició el propio Fidel en 1959 y que muy pronto desapareció, se esfumó de la discusión que en su momento comenzaba a ser pública. Tomo eso como pretexto para discursar sobre la problemática racial desde el triunfo de la revolución hasta el momento actual.

El mismo está estructurado por dos líneas narrativas, una se establece de manera cronológica, por décadas, con sucesos vinculados y relacionados a la problemática racial. Y la otra es atemporal, una suerte de narrativa reflexiva y filosófica donde los entrevistados van relatando  lo que ha significado la persistencia de una situación racial que no termina de resolverse.

¿Cuál ha sido la respuesta de la audiencia a este documental?

Algo bueno ocurrió en plena discusión de la tesis, sucedió que se generó un debate sobre el tema racial luego de demostrar el trabajo. Me dolió no haber llevado mi cámara ese día porque hubiera tenido una buena historia ahí. Pero este documental es un poco difícil de mostrar en Cuba. Puedo hacerlo en algunos espacios cerrados pero para hacerlo públicamente debe pasar por determinados canales, que para un tema que critica una determinada situación dentro de la sociedad, se hace complicado. Se rechaza por ese temor que aún persiste para hablar abiertamente sobre este tema. Muchos creen que es un tema divisionista, pero no es divisionista para nada; es una tema que hay que tratar. En el documental, se trata el tema en una manera que no es antisistémica; mi única intención fue la de aportar con un grano de arena al mejoramiento de la sociedad en la que vivo.

¿Cómo sucedió que usted tuvo la oportunidad de mostrar el documental en los Estados Unidos?

Entonces, sucedió que una amiga vio el trabajo y me dijo, “Mira, tú sabes que yo le hablé de tu trabajo a un profesor de los EEUU y quieren invitarte.” Pero yo no tenía ese documental listo para demostrar en un espacio que no fuera otro que el de la discusión de tesis. Le faltaban determinados detalles por pulir para mostrar en un espacio como el de un festival. Lo había hecho con toda intención para mi ejercicio de tesis, y en aquel momento se quedó ahí.

Pasó un año y yo hice unos cambios al documental, y ella me dijo, “Amílcar, creo que ahora sería una buena oportunidad si tu puedes venir y mostrar eso allá.” En el proceso de organizar eso, yo entré en contacto aquí en La Habana con un académico de CUNY (Universidad de la Ciudad de Nueva York) y me invitó para mostrar el documental en Nueva York, y yo voy solamente para mostrarlo ahí.

En el medio de eso, yo estaba buscando fondos para otro documental, pero por el bloqueo no se puede recibir fondos de ninguna institución de los Estados Unidos, en cualquier caso, la idea de mostrarlo fue interesante.

Luego a solo días, antes de salir de Cuba, recibí una nueva invitación, esta vez de Rutgers, siendo allí donde formalmente tuve mi primera presentación con Q+A incluido.  Cada proyección fue rico porque hay mucho interés en Cuba. Siempre yo tenía que explicar por qué no había mujeres en el documental, pero estas presentaciones crearon un buen diálogo; algo muy rico para ambos lados. En CUNY, en el Q+A, hubo mucho respeto para Cuba y para el tema y mucho deseo de intercambiar. Este tipo de diálogo es fundamental para una persona que quiere trabajar con temas que inciden en el mejoramiento de su sociedad.

¿Qué le sorprendió a usted sobre Nueva York o los Estados Unidos en general?

Mi experiencia fue muy rica porque me quedé en varios barrios de la ciudad, por ejemplo, Harlem y Washington Heights, un barrio latino dominicano, quedándome en un AirBnB, una experiencia nueva para un cubano en el año 2015 cuando aún Airbnb no había aterrizado en La Habana. Después, estuve en Brooklyn y Queens. No soy de lo que voy a Nueva York en busca de lo más flashy, quizás por eso Times Square y la super expresión del capital no era mi prioridad. Me intereso más pasar mis días allí conociendo y compartiendo tanto con gente relacionadas con mi profesión como con gente que encuentro en mi estancia. Por ejemplo, tuve una entrevista con un gran profesor de cine, Richard Peña, en Columbia, y visité a Ada Ferrer de NYU. Yo estaba en un ámbito académico y tuve pocos momentos para respirar y pensar “wow, dónde estoy?”

Cuando me quedaba en el Spanish Harlem, fue muy interesante porque yo estaba muy cerca de Harlem negro donde caminé mucho, y vi más cerca la situación en que vive la gente negra ahí. Vi la gentrificación, y la manera en que el Harlem se está cambiando.

Sentí también el calor de la gente en Nueva York, su interés sano por Cuba. El tema racial en ese momento, el año 2015, se estaba haciendo más visible muchos sucesos raciales dentro de los EEUU, y había un interés mayor por ver lo que estaba pasando en otros latitudes. Cuba durante décadas ha sido un sitio polémico; la gente quiere saber cómo está la cuestión racial en la isla. En Nueva York y cuando mostraba mi documental, yo tenía que explicar que en Cuba hay racismo, aunque no se manifiesta como en los Estados Unidos.

¿Por último, que han significado su primer documental y el subsiguiente viaje a los Estados Unidos para usted?

Yo creo que en alguna manera este documental, Contra las Cuerdas, me ha abierto algunas puertas en los EEUU para conocer otra realidad que por años hasta hoy ha sido en tensión con la realidad donde vivo. Hay una cosa que a veces se silencia, pero cuando conoces la historia de ambos países sabes que siempre ha habido una conexión cultural. Ambas culturas han estado bastante cerca, y eso responde, por ejemplo, a la pregunta por qué Cuba no tiene esa cercanía con los países del Caribe.

A propósito de Caribe, una de las singularidades de Cuba es que ha tenido cierta distancia, Cuba como sociedad, con el Caribe negro porque tiene una mirada que se enfoca hacia lo que fue la metrópoli y hacia norte. Cuando yo digo norte, digo a los EEUU y a Europa. El Caribe se ha quedado como lugar de negro, y muy pocos veces miramos para allí--solo cuando se celebra el Festival del Caribe en Santiago de Cuba y en otras pocas ocasiones. Estamos más cerca de América Latina que ese Caribe anglófono o francófono, pero más cerca todavía a los EEUU. Interesante eso. Caminamos por el Parque Central en Nueva York y hay una estatua de José Martí o la calle tiene un nombre de un cubano, y te vas dando cuento de que hay una historia de relación cultural entre ambos países mucho más rica de lo que pensabas.  ​
 


*Amílcar Ortiz Cárdenas regresó a los Estados Unidos en abril de 2017 para documentar y asistir a la reunión de activistas, artistas, e investigadores del movimiento afrodescendiente cubano organizada por El Instituto de Investigaciones Afrolatinoamericanas de la Universidad de Harvard. Favor de visitar: http://www.afrocubaweb.com/reunion-de-harvard.html

https://negracubanateniaqueser.com/2017/06/10/el-movimiento-afrodescendiente-cubano-la-reunion-de-harvard/