Juan Antonio García Borrero

Ya está lista la primera versión de la “Enciclopedia del Audiovisual Cubano.” Hasta el momento en que escribo estas líneas se contabilizan 1310 páginas, las que permiten consultar no solo un gran número de fichas técnicas, sinopsis y críticas de ficciones, documentales, animados, etc., producidos desde el período silente hasta la actualidad, sino también información sobre los libros publicados alrededor del cine cubano, las salas de cines como espacios de sociabilidad, los eventos y festivales cinematográficos como dispositivos generadores de consensos y comunidades físicas e imaginarias, las tecnologías empleadas.

Al estar concebida como una publicación Wiki que utiliza software libre, la “Enciclopedia del Audiovisual Cubano” permitirá la construcción interactiva del conocimiento, de acuerdo a las modalidades más contemporáneas de la comunicación. Esto significa que más que un Autor (con mayúsculas), el cual decide la forma definitiva que tendrá ese libro que pone a disposición de los lectores, en la Enciclopedia tendríamos una suerte de Editor principal que (ayudado por otros editores o expertos) facilita la circulación de ideas alrededor de un concepto (en nuestro caso el audiovisual cubano, mucho más amplio que el de cine cubano), el cual podrá ser examinado desde los más diversos ángulos, de acuerdo a un paradigma que recuerda la propuesta del filme Rashomon (¿o sería mejor invocar el Aleph borgeano?).

La “Enciclopedia del Audiovisual Cubano” aboga por esa voluntad holística. Pero habría que entender esa pretensión de “Historia integral” del audiovisual cubano, más allá de lo fríamente numérico, en tanto se trata de algo bien diferente a la simple sumatoria de fichas, sinopsis, o estadísticas. O sea, que si como autor en la “Guía crítica del cine cubano de ficción” pude recopilar un conjunto bastante amplio de informaciones qu hablaban del cine silente, sonoro pre-revolucionario, revolucionario (representado fundamentalmente por la producción del ICAIC), “sumergido” (centros productores que apenas eran visibilizados en el relato oficial, como los Estudios Cinematográficos de la Televisión o los de las Fuerzas Armadas Revolucionarias), o cine clubes de creación, lo novedoso de la actual Enciclopedia no estaría en la incorporación de novedades informativas (que las tiene), sino en la defensa que hace de la escritura colaborativa.

Como hablar de una “nueva historia del audiovisual cubano” puede sonar demasiado pretencioso, trataré de describir el giro copernicano que viene significando para mí, como investigador, el uso de esta herramienta. Para ello me remontaré precisamente a mis inicios como estudioso del cine cubano, los cuales podría asociar al momento en que decidí conformar la “Guía crítica...”, allá por el año 1996.

En aquellos momentos estábamos en vísperas de festejar el centenario de la llegada del cinematógrafo a la isla. Hoy el catálogo de libros que aborda el devenir del cine cubano es amplísimo, pero entonces había muchísimas limitaciones para acceder a la información, sobre todo si uno vive en provincia, y no hay en el lugar donde residimos un Centro de Documentación o una Cinemateca que te auxilie.

Por otro lado, estaba el interés en hablar del cine cubano no como si se tratara de la historia del ICAIC (el famoso “icaicentrismo” que hoy tanto cuestionamos), sino como el conjunto de prácticas generadas alrededor de la imagen en movimiento (sin importar el lugar donde surge o el soporte que la hospeda), lo cual nos llevaría a hablar de películas, pero también de salas cinematográficas como espacios de intercambio social, y del consumo cultural como un modo de establecer pactos de identidad.

Todavía hoy la información sobre estas otras zonas del audiovisual cubano resulta insuficiente, precariedad que será mayor en la misma medida en que lo digital democratice las maneras de producir. Por buena voluntad que pueda tener un investigador, como individuo estaremos siempre limitados.

Recuerdo mis angustiosos viajes a la capital, con el fin de explorar en los caóticos archivos de los Estudios Cinematográficos de la Televisión, o las entrevistas con cineastas como Tomás Piard o Jorge Luis Sánchez, tratando de reconstruir mediante la consulta de amarillentos documentos y la memoria de ambos, lo que fue la historia del cine aficionado a partir de 1979, o la de los Talleres de Cine de la Asociación Hermanos Saíz.

La “Guía crítica...” me permitió vislumbrar la opacidad de terrenos culturales que permanecían (y aún permanecen) en la oscuridad. De allí que un poco más adelante llegara el libro “Rehenes de la sombra,” que indaga sobre lo sucedido en esos “otros” Centros productores de audiovisual que no eran el ICAIC, y que por ende, no alcanzaban a ser visibles en el relato oficial. Más tarde preparé el volumen colectivo “Cine cubano. Nación, diáspora e identidad,” que aborda lo producido audiovisualmente por los cubanos que residen más allá de la isla.

Cada uno de estos libros (junto a la otra decena que he escrito) intentan devolver los fragmentos al imán invisible que los une: la representación audiovisual de lo cubano, aun cuando no se viva en la isla. Buenos, regulares, malos, esos libros están allí, ocupando espacio en el librero de alguien que alguna vez los adquirió. Y, sin embargo, viven desconectados, cada uno por su lado, sin recibir atención académica toda vez que, en muchas ocasiones, no llegan a las manos de los investigadores que pueden discutirlos.

Ahora imaginemos toda esa información que yace dispersa en centenares de libros, contenida en una sola plataforma digital a la que se puede acceder y contribuir desde cualquier parte del planeta (ya sabemos cuán dispersos están los cubanos), a través de una computadora, una laptop, o cualquier dispositivo (Tablet, teléfono, etc) que permita conectarse a Internet. Con la ventaja, además, de que la Enciclopedia del Audiovisual Cubano podría ser descargada, consultada y debatida off line.

Una historia del audiovisual cubano escrita de esa manera pasaría rápidamente de la Historia-relato (narración individual de un cronista que organiza los hechos por él conocidos de acuerdo a los imperativos de la linealidad) a la Historia-problema, esa donde no solo se describen los acontecimientos, sino se pone en perspectiva crítica la metodología utilizadas por los historiadores.

Por otro lado, asumir el audiovisual cubano como una suerte de banco de problemas, en vez del altar ante el cual hay que doblegarse como si fuese un devocionario, nos evitaría el duro reproche elaborado alguna vez por Michèle Lagny cuando escribe que una Historia del cine “redactada por cinéfilos, muchas veces no es más que una historia santa.”[1]

Ciertamente si queremos que la Historia del audiovisual cubano alcance a superar los inevitables sesgos de quien ama con gran pasión esa producción y solo encuentra en la misma virtudes o defectos que nos estimulan a escribir sobre ella, para llegar al rigor científico que explicaría el desarrollo de esta práctica cultural, no a partir de la forzada identidad y lo teleológico que encumbra, sino de las contradicciones y las crisis, entonces será preciso apelar a la mirada plural de los equipos multidisciplinarios.

De allí que la posibilidad de construir esta “nueva historia del audiovisual cubano” no descanse tanto en la gran cantidad de información que ahora podamos tener a mano gracias a las nuevas tecnologías, como en la construcción de una metodología que sea capaz de conectar de modo transversal todos estos escenarios que, a primera vista, parecieran alejados y ajenos.

En este sentido, la “Enciclopedia del Audiovisual Cubano” puede funcionar como repositorio, pero sobre todo como colaboratorio de investigación donde las ideas y los debates fluyan a partir de una interacción tecnológica que nos permitirá desplazarnos a través del espacio y el tiempo de un modo siempre dinámico e impredecible. Como en la vida misma.

 

Una versión de este ensayo fue previamente publicado en Cuba Posible [https://cubaposible.com/una-nueva-historia-del-audiovisual-cubano/].

[1] Lagny, M. (1992). De l'histoire du cinéma. París: Armand Colin. ​