Pequeña reflexión sobre la movilidad cubana y estadounidense

Camila Ruiz Segovia

Al reflexionar sobre los intercambios culturales y humanos entre cubanos y estadounidenses que desafiaron y continúan desafiando la división política entre estas dos naciones, es difícil ignorar las barreras que los impiden. Esfuerzos gubernamentales para dividir naciones y la gente que las habita predominan a lo largo de la historia, pero también definen la época en la que vivimos. Aunque la libertad de moverse es un derecho universal, sabemos que en la práctica, este derecho viene restringido por las políticas del estado-nación y por las jerarquías de poder en el mundo. No todos tenemos la libertad de movernos. En el contexto particular de las relaciones contemporáneas entre Cuba y Estados Unidos, el balance de poder favorece, de manera generalizada, a los ciudadanos estadounidense que, a diferencia de sus contrapartes cubanas, tienen la habilidad legal y económica de moverse con libertad en el mundo. En Cuba, la inhabilidad de moverse va más allá de las restricciones impuestas por el gobierno cubano y refleja las desigualdades económicas y de poder que existen entre la isla y los Estados Unidos. Dadas estas desigualdades, es importante reconocer que muchas veces estos encuentros e intercambios ocurren unilateralmente.

Así como existen políticas que deshabilitan la movilidad cubana en el mundo, han existido también políticas que la habilitan. De gran relevancia para las relaciones entre Cuba y Estados Unidos es la Ley de Ajuste Cubano (1966), que brindaba la oportunidad a los cubanos que se huían de la isla de residir legalmente en los Estados Unidos, y, más tarde, hacerse ciudadanos. Luego, se revisó esa ley algo con la política “Pies secos, pies mojados,” limitando los privilegios migratorios a los cubanos que lograron pisar tierra en este país (y no a los que se interceptaron en el mar). En enero de 2017, el ex-presidente Barack Obama dio fin a esta política, cambiando así los términos legales de los flujos de cubanos que se aventuraban a los Estados Unidos. Por primera vez desde la Revolución cubana, los cubanos no gozarían de su relativo privilegio como migrantes y refugiados documentados en Estados Unidos. En cambio, podrían pasar a formar parte de la comunidad de migrantes indocumentados, junto con el resto de los 11 millones de ellos que actualmente viven en Estados Unidos y que son en su mayoría de origen latinoamericano y caribeño.

Ante esta reciente coyuntura, las editoras de “Más allá del telón de azúcar” consideramos un ejercicio importante el reflejar sobre el derecho y la habilidad de moverse de los ciudadanos cubanos y estadounidenses, así como de aquellos individuos de otras nacionalidades que han residido en estas naciones. Es así que en nuestra segunda edición, el tema de “movilidad” sirve como eje para reflexionar sobre la libertad al movimiento de actores en Cuba y Estados Unidos, tanto en épocas pasadas como en la época contemporánea. Definimos movilidad ampliamente, enfocándonos en cuestiones legales, políticas, y económicas. Tomando en cuenta que individuos de otros países también residen en estas naciones, hemos incluido artículos que discuten el derecho a la movilidad y la experiencia migrante en Cuba y en Estados Unidos. Nuestra meta es que, a través de esta colección de textos, el lector pueda darle un rostro humano a aquellos cuyas vidas han sido afectadas por condiciones que van más allá de su voluntad y poder político.